“No se parece a ninguna biografía porque Sanchiz lee bajo el prisma del posthumanismo, que postula teorías siempre resbaladizas, ambiguas, con límites emborronados, deslizantes y donde siempre predomina la ficción. Todo eso se puede aplicar perfectamente a David Bowie como si fuera el paradigma de lo posthumano en todos los sentidos. Analiza su aspecto, sus avatares, su sonoridad, sus prótesis y préstamos. Incluso etiqueta como posthumanismo sónico la última parte de su carrera, donde la voz de Bowie (lo que se podría considerar como lo más identitario y permanente) se borronea.”