El giro computacional en el diseño arquitectónico ha llevado a una nueva concepción de la naturaleza, donde la idea de estructuras hechas-por-el-hombre ha quedado superada por un creciente interés en las ecologías materialmente distribuidas. El diseño computacional ahora está implicado con la inteligencia de los materiales, con su capacidad (o su potencialidad) para autoorganizarse a medida que cambian con el tiempo. Esta atención a un nuevo orden de transformación que va de abajo arriba pretende «volver a empoderar a la materia en el diseño contemporáneo»,[1] y no podría entenderse sin una naturalización de la lógica, para la cual la computación constituye la base de una no-distinción entre tecnología y materia.
(…) Este giro ya forma parte de una Racionalidad Ecológica[2] de gobernanza, y que podría definirse como una tecnocapitalización del comportamiento indeterminado de los materiales. (…) Uso el término «Racionalidad Ecológica» para describir el modus operandi de una lógica que ya no se basa en la razón deductiva. (…) Se trata de una forma tecnológica de gobernanza que reduce los recursos a un aparato mega computacional de datos, algoritmos y programas, y que define los media como sistemas de información.[3] Sin embargo, bajo este nivel hay otra consecuencia aún inexplorada, que tiene que ver con la transformación de la lógica computacional y con un modo de razonamiento involucrado con el procesamiento algorítmico. Me he basado en las ideas de A. N. Whitehead sobre la función especulativa o metafísica de la razón, para argumentar que la lógica computacional podría plantear, sorprendentemente, un desafío a la totalidad de la Racionalidad Ecológica.[4]
Este ensayo es una tentativa por mostrar la brecha existente entre la razón computacional y la Racionalidad Ecológica. Mi argumento sobre la semiautonomía de la razón computacional (como parte o parcela de una función genérica de la razón) deriva de un interés por la contundente realidad de la arquitectura de datos y sus procesamientos algorítmicos, que, según sostengo, difícilmente pueden explicarse en términos de lo que vive, percibe y siente de forma afectiva. Mi punto es que la crítica a la Racionalidad Ecológica que se encuentra incrustada en los estratos tecno-computacionales no puede exponerse únicamente en los términos de una respuesta afectiva o de una nueva naturalización de lo artificial. Si el diseño computacional ejemplifica la naturalización tanto de la computación como de la gobernanza tecnomediática, también nos permite explorar las configuraciones históricas de la lógica computacional dentro del ámbito más amplio de una función especulativa o metafísica de la razón, que es inherente a la práctica del pensamiento algorítmico.
La tendencia hacia la digitalización de la naturaleza no es nueva en el diseño y se remonta al uso de fórmulas y soluciones matemáticas. Sin embargo, con el giro computacional en el diseño, el uso de fórmulas ha sido reemplazado por el poder de procesamiento de los algoritmos, que con su elaboración performativa exceden los a priori de los principios axiomáticos. La función computacional de los algoritmos nos muestra que la lógica deductiva de la verdad y de los axiomas a priori es incapaz de explicar (y predecir) factores contingentes o externos. El uso cada vez mayor de grandes volúmenes de datos y sistemas interactivos distribuidos en el diseño no solo señala los límites de la lógica deductiva (lo general incluye lo particular), sino que también ha difundido el uso de métodos inductivos de pensamiento heurístico (partiendo de lo particular y procediendo mediante prueba y error para llegar a lo general), en los que el reino de contingencias físicas (y no de fórmulas matemáticas) pasa por ser fundamental para la computación. Si leemos este cambio hacia la fisicidad en la computación como un síntoma de las nuevas lógicas de poder (desde el modelo de mapeado cognitivo hasta las acciones de poder preventivo), entonces se hace evidente que, como ha argumentado de forma clara Brian Massumi, la cadena de contingencias se convierte en la fuerza impulsora de los actos de toma de decisiones. El razonamiento inductivo es entonces cómplice de la naturalización de la computación y del surgimiento de una Racionalidad Ecológica modelada sobre la premisa de la indeterminación. Asimismo, y como se evidencia en el pensamiento computacional, la indeterminación de la materia (y de los materiales) a la hora de generar formas espacio-temporales ha resultado en otra idealización de estructuras físicas, patrones y comportamientos complejos.

Si bien admito que el razonamiento inductivo es crucial para la noción de una naturaleza computacional, también sostengo que la Racionalidad Ecológica puede (y debe) ser cuestionada. La computación de la indeterminación de la materia podría leerse como un adelanto de la inteligencia afectiva del poder, cuyas acciones, en lugar de deducirse de las verdades, se inducen directamente a partir de los patrones de comportamiento de la materia. Este nuevo nivel de equivalencia entre afecto y razón revela una situación paradójica, donde la tecnocapitalización de la materia ha hecho que la lógica computacional se confunda con la indeterminación física de la naturaleza. Este ensayo es un intento de desanudar esta condición paradójica, argumentando que los límites deductivos de la computación pueden entenderse más bien en términos de una transformación de la función de la razón. Quiero centrarme en el modo computacional de la razón desde la perspectiva de lo que Whitehead llamaba «aprehensión no-sensible», o «aprehensión conceptual»; en la medida en que, según sostengo, la elaboración algorítmica de datos participa de una función especulativa, genérica o metafísica de la razón que se mueve a través, pero no puede ser contenida por las capas biofísicas de estratificación que son centrales a la Racionalidad Ecológica.
Asimismo, mantengo que el procesamiento algorítmico es una forma de razón que opera o performa en un entorno de datos mediante síntesis exhaustivas, pero estas síntesis no reflejan las leyes de la naturaleza física ni tampoco el ámbito del orden matemático.[5] En particular, veremos la función del procesamiento basado en reglas en términos de una razón especulativa, que complejiza el modo de procesamiento de verdades tanto deductivas como inductivas, y que finalmente libera a la computación naturalizada de un modelo de pensamiento algorítmico.
Mi propósito de dividir la unidad entre racionalidad computacional y tecnocapitalismo naturalizado es también un intento por replantear la noción de razón en términos de un esquema especulativo genérico, constituido por reglas, axiomas y procedimientos que no son simplemente impartidos ni probados por el mundo. En vez de eso, como sugieren los debates sobre los límites del modelo deductivo de la computación en las teorías de la información, las reglas pueden estirarse y los postulados pueden revisarse, de acuerdo con contingencias en el procesamiento de datos, pero también porque el procesamiento computacional se extiende más allá de los hechos o los datos dados. En la historia de la ciencia de la información, es bien sabido que la cuestión de lo incomputable (cadenas de datos infinitas o aleatorias) vino para desafiar el dominio de las verdades axiomáticas deductivas, que definían la función universal de reglas finitas de acuerdo con una visión mecanicista de la naturaleza. En la era del algoritmo, sin embargo, lo incomputable ya no constituye una excepción ni algo que caiga fuera del ámbito de la lógica computacional. Al contrario, la lógica computacional ha sobrepasado sus propios límites deductivos; y, en contra de lo que se piensa en la actualidad, no puede explicarse en los términos biofísicos del mundo material. Por ello, y este constituye mi argumento, la razón computacional necesita ser investigada de acuerdo con su praxis interna, su propia performatividad genérica (o incluso evolución) de los datos a través de los cuales se generan hipótesis y se revisan las premisas iniciales.
(…) Para Whitehead, el propósito de la razón era revisar sus premisas en lugar de estar determinada por la esencia de quién o qué realiza el razonamiento. En otras palabras, y contraviniendo el principio universal de razón suficiente, cualquier realidad tiene su propia finalidad inmediata impulsada por su propio modo de razón, determinado a su vez por su propia discretización de datos, generando infinitos parcialmente inteligibles y por tanto extendiendo los límites de la razón hacia lo incomputable. Este es un ejemplo de finalidad inmanente que cuestiona las pretensiones tanto vitalistas (inducción empírica) como mecanicistas (deducción idealista) de la razón. Esto explicaría la autonomía de cualquier agencia que funcione por sí misma, en vez de ser un instrumento de (y para) alguna otra cosa. Asimismo, esto muestra que la función computacional de la razón no es un modelo de razonamiento totalizador y suficiente.
Quiero proponer que divorciar la lógica computacional de la naturalización tecnocapitalista de la computación es un paso fundamental para una teorización especulativa o metafísica de la razón, es decir, una arquitectura genérica de la razón que posee infinitas variedades de entornos de datos y modos de abstracción. La computación, a mi entender, es solo un modo y la transformación de la lógica de la computación revela de manera importante la realidad algorítmica junto con su razón automatizada. Esto también significa que la computación debe separarse de una noción totalizadora de la razón que ignore la artificialidad de la abstracción (o la computación como una forma de abstracción) así como sus estructuras concretas de pensamiento. Pero ¿cómo abordamos este modo de abstracción, al que se ha acusado de reducir cuantitativamente el pensamiento a un conjunto de procedimientos carentes de potencialidad, azar e imaginación? Una forma de hacerlo puede ser intentar articular una función genérica o especulativa de la razón mediante un enfoque materialista, que pueda explicar la relación (que no la equivalencia) entre las limitaciones biofísicas y la artificialidad de la abstracción.
En vez de pensar que el devenir-entorno de la computación equivale a una naturalización de la computación, me gustaría considerar la computación como un modo de abstracción evolutivo que revela una serie de capacidades alien e inteligibles con las que poder procesar cantidades inconmensurables de datos.
Si bien, y como ha ilustrado Massumi, la forma neoliberal del tecnocapitalismo medioambiental ha reemplazado la racionalidad deductiva con la (nomo)lógica afectiva, me gustaría sostener aquí que el reducto de razón dejado a la computación no coincide con la lógica deductiva ni con el pensamiento afectivo directamente. En cambio, su alienidad [alienness] sigue siendo un síntoma de una relación no-mutua entre la Racionalidad Ecológica y la lógica computacional.
Puede que no baste con preguntar cómo y de qué manera una noción de razón especulativa sobre la computación puede ayudarnos a pensar qué significaría vivir en un entorno algorítmico. En vez de ello, la alienidad de la razón automatizada concierne al problema todavía más fundamental de confrontar la realidad de un pensamiento no-sensible (aprehensiones algorítmicas), que no es receptivo al logos (racionalidad deductiva) ni tampoco al pensamiento afectivo. El análisis de la computación tecno-mediática, así pues, requiere un esfuerzo crítico hacia la articulación de una razón automatizada.
Mi intento por teorizar específicamente la función computacional de la razón aspira a mostrar que esto no es naturalizable, en la medida en que ha sido posible gracias a la construcción artificial de un entorno de datos, y porque implica un orden algorítmico de inteligibilidad (una razón alien) que es intrínseco al procesamiento real de datos.
A diferencia de la conciencia atribuida a la elección racional y a las operaciones analíticas que subyacen a nuestras decisiones, la prehensión algorítmica no alcanza niveles sofisticados de auto-conciencia, ni punto de vista crítico, y por tanto no constituye una instancia de las funciones cognitivas ni del poder inconsciente del pensamiento afectivo. ¿Cómo hacemos, entonces, para articular estos automatismos no-sentidos [unfelt], contra-intuitivos y no-conscientes? Esta es una pregunta desafiante que podría abordarse si consideramos la posibilidad de que la automatización también realiza una función inteligible, y, hasta cierto punto, logra una determinación conceptual de lo incomputable. Desde esta perspectiva, el entorno computacional no puede ser simplemente un ejemplo de Racionalidad Ecológica; antes bien, las funciones automáticas de la prehensión algorítmica involucran elaboraciones no conscientes[6] pero aun así inteligibles de datos aprehendidos físicamente, revelando una contradicción interna al tecnocapital que es incapaz de reparar su propia constitución esquizofrénica.
notas
[1] Véase Achim Menges y S. Ahlquist, eds., Computational Design Thinking (Londres, John Wiley, 2011); Achim Menges, «Material Computation-Higher Integration in Morphogenetic Design», Architectural Design 82 (2) (2012); Lisa Iwamoto, Digital Fabrications: Architectural and Material Techniques (Architecture Briefs) (Nueva York, Princeton Architectural Press, 2009); Michael Weinstock, The Architecture of Emergence: The Evolution of Form in Nature and Civilisation (Londres, John Wiley, 2010); Michael Hensel, Achim Menges y Michael Weinstock, eds., Emergence: Morphogenetic Design Strategies (Londres, John Wiley, 2004); Neill Spiller y Rachel Armstrong, «Protocell Architecture», Architectural Design 81 (2011).
[2] «La Racionalidad Ecológica afirma que la racionalidad de una decisión depende de las circunstancias en las que tiene lugar. Lo que se considera racional desde otros puntos de vista como la Teoría de la elección racional, no siempre puede considerarse racional según la explicación de la Racionalidad Ecológica. En general, la Teoría de la elección racional da prioridad a la coherencia lógica interna, mientras que la Racionalidad Ecológica apunta al desempeño externo en el mundo. La expresión “Racionalidad Ecológica” tan solo es similar etimológicamente a la ciencia biológica de la ecología» [Fuente: Wikipedia]. N. del T.
[3] Véase Lev Manovich, Software Takes Command (Londres, Bloomsbury 2013); Friedrich Kittler, Literature, Media, Information Systems (Nueva York, Routledge, 2013).
[4] Véase Alfred North Whitehead, The Function of Reason (Boston, Beacon Press, 1929).
[5] Como se ha dicho, «los algoritmos son matemáticos y por tanto son estructuras abstractas, pero no deben confundirse con fórmulas algebraicas, en tanto las asignaciones o instrucciones operadas por los algoritmos son irreversibles». Shintaro Miyazaki, «Algorithmics: understanding micro-temporalities in computational cultures», Computational Culture. A Journal of Software Studies 2 (2012): <http://computationalculture.net/article/algorhythmics-understanding-micro-temporality-in-computational-cultures>
[6] Sobre la cognición no-consciente en los medios digitales, véase N. Katherine Hayles, «Cognition Everywhere: The Rise of the Cognitive Nonconscious and the Costs of Consciousness», New Literary History, 45 (2) (2014).
*La versión completa del artículo de Parisi fue publicada en 2017 en General Ecology: The New Ecologial Paradigm, Erich Hörl y James Burton (eds).
Luciana Parisi es profesora de Teoría Cultural, presidenta del programa de doctorado en el Centre for Cultural Studies, y codirectora de la Unidad de Cultura Digital en la Universidad de Goldsmiths, Londres. Su investigación se basa en la filosofía continental para investigar las transformaciones ontológicas y epistemológicas impulsadas por la función de la tecnología en la cultura, la estética y la política. Sus trabajos abordan la biotecnología, la nanotecnología, la inversión tecnocapitalista en inteligencia artificial, la cibernética, la teoría de la información y la computación, y en la actualidad investiga la historia de la automatización y las consecuencias filosóficas del pensamiento lógico en las máquinas. Es autora de Abstract Sex: Philosophy, Biotechnology and the Mutations of Desire (Continuum Press, 2004) y Contagious Architecture: Computation, Aesthetics and Space (MIT Press, 2004).
Imagen: Synchronous Objects Project, The Ohio State University and The Forsythe Company.