Una tecnología lo suficientemente avanzada podría ser considerada como un tipo de magia; Arthur C. Clark ha señalado esto. El mago lidia con la magia; ergo el «mago» es alguien que posee una tecnología altamente sofisticada, una que logra desconcertarnos. Alguien que se encuentra jugando un juego de mesa contra el tiempo, alguien que no podemos ver. No puede ser Dios.
—Philip K. Dick
En este libro se habla de Espíritus y Conjuraciones; de Dioses, Esferas, Planos, y muchas otras cosas que pueden o no existir. Es inmaterial el hecho de que existan o no. Al hacer ciertas cosas, se dan ciertos resultados.
—Aleister Crowley
La cronología es un fetiche anticuado.
—Marc Couroux
¿Cómo sería ser contrabandeado por el futuro, para subvertir sus condiciones antecedentes? ¿Cómo sería ser una
ciberguerrilla escondida en un camuflaje humano tan avanzado que incluso el propio software es parte del disfraz? ¿Exactamente como esto?
—Nick Land
I. ESPIRONÓMICA
La modernidad es ciberpositiva. Yeats dilucidó esto en los «remolinos en expansión» de La segunda venida, en 1919, y nuevamente en 1925 y 1937, en su trabajo en prosa Una visión (un texto místico compuesto de información que le fue revelada usando como médium los continuos experimentos de escritura automática de su esposa, George Yeats).[1] En Una visión y otros fragmentos de textos relacionados, que fueron compuestos entre 1919 y 1925, los agentes hipersticionales Michael Robartes y Owen Aherne dan cuenta del descubrimiento de un sistema filosófico arcano, codificado a partir de una serie de diagramas geométricos («esferas y cuadrados, conos hechos de remolinos en expansión que se entrelazan a partir de varios ángulos, figuras que parecen ser de una gran complejidad»). Estos fragmentos son descubiertos por accidente por Robartes dentro de un libro que servía como soporte para un mueble inclinado en su estudio sombrío de Cracovia.[2] Aherne se muestra escéptico, pero, mientras Robartes sigue indagando sobre el origen de este sistema, descubre que el libro encontrado en Cracovia (el Speculum Angelorum et Hominis, firmado por un tal «Giraldus» y publicado en 1594) se hace eco de un sistema de creencias perteneciente a una secta árabe conocida como los Judwalis, o «diagramatistas», que a su vez lo derivaron de un trabajo misterioso (hace tiempo perdido) que contenía las enseñanzas de Kusta ben Luka, filósofo de la antigua corte de Harun Al-Raschid; aunque los rumores cuentan que ben Luka lo obtuvo a través de un djinn del desierto.[3]

La hipótesis de que una copia del libro de Giraldus se contaba entre los textos incautados por la Universidad de Warwick cuando esta expulsó a la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU) del Departamento de Filosofía en 1997, no ha sido corroborada más que por vagos indicios y rumores locales; sin embargo, puede afirmarse con cierto grado de certeza que algunos miembros de la Unidad habían tenido bajo su posesión fragmentos del registro de Yeats sobre el descubrimiento de Robartes, cuando no el texto completo de Una visión en cualquiera de sus dos versiones predominantes. Una somera comparación entre algunos textos del CCRU relacionados con la aún incipiente noción del aceleracionismo, por un lado —desde «Ciberpositivo» de Sadie Plant y Nick Land, pasando por las misivas luminosas de mediados de los noventa de este último («Circuitos», «Deseo maquínico», «Colapso» y «Cibergótico» son ejemplares) hasta su elaboración más reciente en el contundente «Teleoplexia»—, y los comentarios de Robartes sobre la filosofía Judwali, por otro lado, sería suficiente para sugerir la presencia maléfica de una espiromancia abstracta en ambos sistemas de adivinación histórica. Asimismo, un estudiante diligente de la espironómica oculta podría trazar la línea temporal hasta 1992, cuando el remolino emerge como el infame «noúmeno acolmillado» [Fanged Noumenon] en el capítulo epónimo de The Thirst for Annihilation.
Los diagramas de Giraldus son variaciones sobre un mismo principio esquemático compuesto de dos conos intersectados, cada uno invertido y anidado dentro del otro:

Robartes explica que la exposición del sistema había sido ejecutada por cuatro bailarines (alumnos de Kusta ben Luka) sobre la arena del desierto y ante la mirada de un dudoso califa; pero, al igual que en la narración de Robartes, las implicaciones del esquema no se hacen evidentes en su totalidad hasta que se pone en movimiento, ya que cada cono debe ser imaginado como albergando un remolino doble que se expande y contrae simultáneamente en direcciones contrarias, en una alianza rítmica con los remolinos del cono opuesto.[4] El rango de estas expansiones y contracciones denota incrementos y disminuciones, bajo la influencia de cuatro facultades atribuidas a cada uno de los remolinos en movimiento. De esta forma, los valores representados por este esquema se encuentran siempre bajo una relación estable, «la energía de una tendencia se encuentra en proporción matemática con la otra», y una oscilación aquí corresponde a una fluctuación allá.[5]
Cuando un cono ha agotado una secuencia entera de su doble remolino, una repentina transferencia de impulsos provoca un desplazamiento del cono hacia su contraparte a través de los extremos (un salto de la punta angosta del Cono A hacia la punta dilatada del Cono B, y viceversa). Mediante esta dinámica, un cono siempre será prominente mientras otro se oculta, una disposición que logra invertirse al concluir la siguiente secuencia del remolino, o «ciclo». Este salto corresponde a una de las cuatro «fases críticas», e indica un punto ciego epistemológico comparable al horizonte de sucesos de un agujero negro, el cual no puede ser visto desde un punto interno del sistema. Sin embargo, si lo entendemos desde el afuera, la extraña hidráulica de los remolinos describe un conjunto fatal de inversiones y retornos que en última instancia constituyen una fuente rica de recursos para el augurio; recursos que Yeats, al editar los documentos de Robartes, decidió explotar sin ambages en su primera versión de Una visión.[6]
Cuando son aplicadas a la tarea de la adivinación histórica (nuestro interés en particular), las oscilaciones y fluctuaciones de los remolinos pueden ser cartografiadas en veintiocho fases a lo largo de un camino trazado por un meta-remolino o «Ciclo» en constante contracción y expansión, el cual dura aproximadamente dos milenios y puede ser divisible de forma ordenada en doce subremolinos (que consisten en cuatro fases cardinales y ocho tríadas), cada uno de los cuales denota un giro singular dentro del vasto Ciclo contenedor.[7] De acuerdo a la forma en que el sistema fue originalmente transmitido a George Yeats a través de la escritura automática (no se encuentra una fecha exacta en el Speculum Angelorum et Hominis ni en las enseñanzas de los Judwali), el doceavo remolino de nuestro ciclo actual (oscilante) finaliza en 2050, cuando «la sociedad como fuerza mecánica será por fin completada», y la humanidad, simbolizada por la figura del Loco, «no sería más que una paja soplada por el viento, sin mente alguna más que el viento, y sin acto alguno más que rotaciones y derivas innombrables», antes de que la primera década del siglo XXII (una «etapa de crisis») dé lugar a un conjunto completamente nuevo de doce remolinos: el cuarto ciclo y el primer cambio histórico importante en más de dos mil años.[8]

Dejando de lado las incómodas predicciones de Yeats (y que él mismo postergó para la edición de 1937 de Una visión), el sistema ofrece algunos materiales para inferir diversas señales reveladoras, que al ser combinadas permitirían dar un primer esbozo sobre el ciclo inminente en cuya cúspide nos hallamos con inquietud. A diferencia de la era religiosa «primaria» que la precede (marcada por el dogmatismo, el impulso hacia la unidad, la verticalidad, la necesidad de una regulación trascendente y el símbolo del sol), la era próxima será lunar, secular, horizontal, múltiple e inmanente: un «influjo antitético y multiforme».[9] La «bestia agreste» de La Segunda Venida, el doble invertido de Cristo, con apariencia de esfinge (una criatura del umbral) y «mirada vacía e implacable como el sol», conducirá esta era hacia cualquiera que sea el futuro torcido [twisted future] que los remolinos hayan designado.[10]
En el ensayo «Teleoplexia», la más reciente y sucinta expresión del aceleracionismo bajo su forma landiana (que se distingue de la adaptación del término hecha desde la izquierda y asociada con el «Manifiesto por una Política Aceleracionista» de Srnicek y Williams),[11] Land pone en juego la latente estructura cibernética que se encuentra dentro del sistema de los Judwalis para llegar a una predicción igual de catastrófica —aunque la invocación restringida de una «Singularidad Tecnoeconómica», en el texto de Land, en cierto modo amortigua la precipitación de aquello que ya había sido designado por el autor como «una cuenta regresiva acelerada y no lineal hasta el cambio planetario».[12]
Al igual que en el sistema de los Judwalis, el medio del aceleracionismo es el tiempo, y su mensaje acerca de la temporalidad resulta consistente: ni círculo, ni línea. Ni 0, ni 1, sino más bien el ensamblaje torsionado que surge de la convergencia entre estos; precisamente, aquello que logra «escapar a lo bin[ario]». Ambos sistemas, al ser mapas de la modernidad, aparecen como (y son pilotados por) la espiral o «remolino». Como dijo una vez un bloguero anónimo, «primero llega el diagrama».[13]
De acuerdo con su propia propaganda, la modernidad es progresiva, innovadora, irreversible y expansiva.[14] Traza una línea recta, a partir del pulso circular y estacional de la ecología pre-moderna, hacia un futuro estadio de dominación técnica e iluminismo social. El imperativo modernista de «crear todo lo nuevo» se opone ostensiblemente contra el shock de la circularidad, caracterizada por la clausura y el aislamiento. Sin embargo, y como ha señalado Land, esta última logra filtrarse por otros medios abogando por la auto-referencialidad en la estética modernista, recalando en el ciclo como unidad básica para el análisis histórico y económico, manteniendo arreglos calendáricos arcaicos, y delatando su propia prevalencia en la imaginación popular mediante la aparición del bucle temporal como tropo arquetípico en la ciencia-ficción del siglo XX.[15]
El vínculo entre una inclinación a lo circular y el sesgo antropomórfico puede verse con claridad si se observa la miríada de ritmos cíclicos que son intrínsecos a la fisiología natural humana, y que subrepticiamente condicionan la autocomprensión desde dentro de la propia modernidad. Esta duplicidad renegada, que se encuentra en el corazón del proyecto modernista, expone la falsedad de su relación con lo nuevo revelando hasta qué punto la modernidad ha logrado minimizar cualquier intento hacia una apertura radical, o lo que Land llamaría el Afuera. La «novedad» propia de la modernidad llega únicamente a través de una economía de posibilidades restringida, y cuyos términos (conmensurables al alcance humano) son siempre puestos por adelantado.[16]
Planteadas como una pregunta epistemológica, las fortificaciones erigidas gracias a esta disposición (en contra de la intrusión de lo inconcebible y lo desconocido) son altamente sospechosas. Y lo que el aceleracionismo landiano comparte con el sistema de los Judwalis es el reconocimiento de que la verdadera forma de la novedad tampoco es lineal, sino espirodinámica. En la relectura cibernética que hace Land del «remolino», la espiral constituye un código de retroalimentación positiva que, bajo la tarea de diagramar la modernidad, ubica su motor principal en el circuito M-D-M’ escalador del capitalismo. En contra de los modelos métricos de retroalimentación expuestos por Norbert Wiener —que ofrecían una representación engañosamente simple entre la utilidad confiable del equilibrio homeostático y su otro patológico—, Land ofrece la siguiente elaboración:
«Hace falta distinguir no sólo entre loops de retroalimentación positiva y loops de retroalimentación negativa, sino entre circuitos de estabilización, circuitos de desenfreno de corto alcance y circuitos de desenfreno de largo alcance. Al confundir estos últimos, la cibernética moderna trivializó los procesos de escalada como episodios insostenibles de inflación cuantitativa, descartando la mutación exploratoria en favor de un paradigma homeostático.»[17]
La diferencia clave yace en la imposibilidad de destilar los efectos de los circuitos en desenfreno de largo alcance únicamente usando los términos que ofrece la métrica. En un circuito ciberpositivo, capaz de autosustentarse durante un largo período de tiempo (una cuestión que tiene que ver con la capacidad para el diseño propio, «aunque únicamente de manera tal que el “ser” pueda ser perpetuado como algo que ya ha sido rediseñado»),[18] es posible alcanzar una densidad de feedback que efectivamente logre invertir la extensión en intensidad; y, por tanto, se estaría llevando a cabo una ingeniería que cambiaría la clase en vez de la categoría. Cambio de fase, o, dicho de otro modo: catastrophe (donde -strophe proviene del griego strephein, «girar»).
Es a partir de este punto que la propensión cibernética hacia la «mutación exploratoria» encuentra su vocación como productora de novedad genuina, y que, al ser comprimida en la noción de negentropía, encajaría con aquello que Land designa como «inteligencia» —es decir, aquello que la modernidad (entendida de forma no-lineal) se ha esforzado en emancipar.[19] Tiene poca importancia que dicha emancipación se corresponda con la eliminación de lo «humano» tal como se lo ha entendido tradicionalmente. Visto fríamente, la «catástrofe» es otra palabra para decir «novedad».
Los pasajes iniciales de «Teleoplexia» describen un conjunto de dobles confrontados: procesos primarios y secundarios, temporalidades crónicas y retrocrónicas, teleologías invertidas, crítica y realismo… una perspectiva desde el interior que se opone a una perspectiva desde el afuera. Dicha estructura evoca los remolinos que giran en dos sentidos al mismo tiempo en los diagramas de los Judwalis, así como los conos intersectados aunque invertidos (uno «primario», otro «antitético») que intercambian posiciones al final de cada ciclo. En efecto, el propio Yeats se refiere a este desplazamiento como algo «catastrófico».[20] Y, de la misma forma que en el sistema de los Judwalis había sitio para una perspectiva dentro/afuera, legitimando la predicción (una percepción disponible a quienes estén equipados con las herramientas adecuadas para descifrar los diagramas) pero proscribiendo también un saber positivo, la espiral abarca la catástrofe quiasmáticamente. Visto desde dentro, el registro colapsa en un terreno que es en última instancia inescrutable; visto desde fuera, revela un patrón de ensamblaje.
(…) Tal como Plant y Land escribieron en «Ciberpositivo»: «La catástrofe es el pasado haciéndose pedazos. La anástrofe es el futuro que se aglomera. Desde la perspectiva de la historia, la divergencia alcanza proporciones críticas. Dentro de la matriz [Land: «la red es una espiral»], esta crisis es una convergencia que la humanidad no ha interpretado bien.»[21] Reformulando lo anterior para el uso de un agente interno (que sin embargo llega desde el afuera hacia el adentro), el anti-saber exóterico de la catástrofe, al ser aprehendido positivamente, logra indicar la novedad extrema de lo que debería ser llamado propiamente como una modernidad anastrófica. Es importante resaltar en este punto que la teleología emergente del aceleracionismo (como la creación de lo catastróficamente nuevo) elide cualquier noción externa de plan, juicio, o ley. De hecho, Land dice claramente que esto puede entenderse mejor como una «teleonomía científico-natural»,[22] que logra desarrollar sus propias reglas de forma inmanente al encaminar las perturbaciones desenfrenadas de su propio mecanismo hacia la «implicación última». Aquello que se está produciendo es algo completamente sin precedentes (para ruina de toda ley existente), una verdadera singularidad en su sentido clásico y cartográfico. Y, en tanto que singularidad, la espironómica es la ley que hace obsoleta toda ley.
A partir de la inversión de los medios y fines mediante su desarrollo teleopléxico, la modernidad se parte por la mitad (una parte se dirige adelante hacia la catástrofe, otra parte se dirige atrás desde la anástrofe) para así encontrarse a sí misma, en el tiempo, como otro. ¿Qué significaría darse cuenta repentinamente de algo que se supone que es uno mismo, pero que a la vez es irreconocible para uno mismo? El horror que acompaña este encuentro no debe ser subestimado. «Uno se encuentra a uno mismo y este ya no logra serlo, al menos no de una forma directa. Je est un autre.»[23] Lo que Rimbaud logró captar en su carta a Izambard era una señal que se transmitía desde el futuro. El aceleracionismo en su forma más simple sería entonces una teoría cibernética que se realiza a partir de la esfera limitada de una economía restringida («Y ¿acaso no habría necesidad de estudiar el sistema humano de producción y consumo dentro de una infraestructura aún más grande?», se preguntaba Bataille), y que se desencadena para registrar a voluntad los parajes indómitos de la ciencia energética del cosmos, movilizando así una variación ciberpositiva como fuerza anorgánica evolutiva capaz de viajar en el tiempo.
notas
[1] W.B. Yeats, «The Second Coming», en Michael Robartes and the Dancer (Churchtown, Dundrum, Irlanda, The Cuala Press, 1920); «A Vision» [1925], en C.E. Paul y M.M. Harper (eds.), The Collected Works of W. B. Yeats, Vol. XIII (Nueva York, Scribner, 2008); «A Vision» [1937], en C.E. Paul y M. Mills Harper (eds.), The Collected Works of W. B. Yeats, Vol. XIV (Nueva York, Scribner, 2008). Debe señalarse que la contribución de George Yeats en la obra A Vision fue en calidad de coautora, aunque ella insistió, de la mano de los misteriosos Instructores, que su rol en el proceso no debía hacerse público.
[2] Ibíd., p. 31. Robartes explica que había viajado hasta Cracovia «en parte por la fama que había adquirido como un centro de imprenta, pero ahora que lo pienso, era más porque el doctor Dee y su amigo Edward Kelly habían practicado la alquimia y la adivinación». Yeats, A Vision [1925], lix.
[3] Inicialmente, los interlocutores sobrenaturales de los Yeats habían dado instrucciones para que los diagramas permanecieran secretos, aunque Robartes se permite especular sobre la procedencia del sistema en su Introducción a la edición de 1925 de Una visión: «Los Judwali poseyeron una vez un libro aprendido (…) atribuido a alguien llamado Kusta ben Luka, un filósofo cristiano de la corte de Harun Al-Raschid, y a partir de este y otro libro más pequeño que describía la vida personal del filósofo, ambos perdidos o destruidos en las guerras del desierto acontecidas algunas generaciones atrás, fue como sus doctrinas pudieron ser memorizadas, ya que siempre habían constituido las creencias de los Judwalis que veían a Kusta ben Luka como su fundador (…) Sin embargo, estoy convencido de que esta doctrina no se originó con Kusta ben Luka, ya que ciertos términos y expresiones sugieren un remoto origen asirio. En cierta ocasión le comenté mi opinión a un viejo amigo Judwali, y este mencionó que a Kusta ben Luka se lo habían enseñado sin duda los djinns del desierto, los cuales habían vivido mucho tiempo y recordaban lenguajes antiguos.» (Veremos más sobre esto después). Ibíd., lx–lxi. Sobre Harun Al-Raschid, véase al-Tabari, «The Abbasid Caliphate in Equilibrium», The History of al-Tabari, Vol. XXX, trad. de C.E. Bosworth (Albany, SUNY, 1989).
[4] Yeats, «The Dance of the Four Royal Persons», en A Vision [1925], pp. 10-12.
[5] Ibíd., p. 106.
[6] De estas 28 fases, existen cuatro Fases de Crisis (1, 8, 15, 22) y 24 Fases intermedias que pueden ser agrupadas dentro en tríadas para lograr una estructura de 12 divisiones (o remolinos) que componen un gran ciclo. Aunque aquí se puedan dar muchos más detalles, me limito deliberadamente a mencionar sólo la hidráulica y las predicciones históricas del sistema. Para un buen resumen véase R. Ryan, «The Is and the Ought, the Knower and Known: An Analysis of the Four Faculties in Yeats’ System», en N. Mann, M. Gibson, y C. Nally (eds.), W. B. Yeats’ “A Vision”: Explications and Contexts (Clemson University, 2012).
[7] Este meta-remolino o «Ciclo» también puede ser denominado con utilidad como un «Eón». El sistema es mucho más complejo que esto, pero posteriores enumeraciones deben ser dejadas para un siguiente estudio.
[8] Yeats, A Vision [1925], 176; 93. Se debería comparar la descripción que Yeats hace sobre El Loco al final del Ciclo (la secuencia del tarot se encuentra invertida) como «una paja soplada por el viento, sin mente alguna más que el viento», con el epígrafe que aparece en el capítulo «Fanged Noumenon» de The Thirst for Annihilation: «Lo que importa no es la enunciación del viento, sino el viento.»
[9] Yeats, A Vision [1937], p. 301.
[10] Yeats, «The Second Coming». No resulta baladí señalar que se guarda constancia de dos acertijos de la Esfinge, uno que invoca el tiempo lineal, y otro que invoca el tiempo cíclico.
[11] Debe tenerse presente que los modelos de la modernidad propuestos por el aceleracionismo de izquierda [Izq/AC] y por el aceleracionismo «incondicional» [In/AC] difieren en varios sentidos, encaminándose hacia una divergencia determinante en sus actitudes frente a las posibilidades políticas. Este ensayo trata específicamente sobre el nexo que se encuentra (sobre todo) en las ideas landianas que han sido compiladas bajo el nombre de un «aceleracionismo incondicional». Véase por ejemplo V. Garton: <Accelerationism without Conditions>
[12] Nick Land, «Circuitos», Fanged Noumena Vol. 1, Barcelona, Holobionte, 2019.
[13] Nick Land: <Cartography of the Virtual>
[14] Nick Land, «Cibergótico», Fanged Noumena Vol. 1, Op. cit.; Nick Land, Shanghai Times (Urbanatomy Electronic, 2013).
[15] Curiosamente, esta famosa frase de Ezra Pound fue hurtada de la China: «La fuente es una anécdota histórica sobre Ch’eng T’ang, el primer rey de la dinastía Shang (1766-1753 a.C.), el cual se decía tenía un lavabo con la inscripción de este eslogan inspiracional.» M. North, Novelty: A History of the New (Chicago, University of Chicago Press, 2013), p. 162; Nick Land, «Templejidad: Loops desordenados por el tiempo de Shanghái», en Teleoplexia: Ensayos sobre aceleracionismo y horror (Barcelona, Holobionte, 2021, §7.8).
[16] Land ha criticado esto antes: «[La Modernidad] reside en una profunda pero inquieta relación con un afuera que tanto la atrae como la repele; una relación que resuelve de manera precaria en su interior basándose en la explotación, o en la interacción desde una posición de autoridad unilateral. (…) La paradoja del iluminismo, entonces, es el intento de fijar una relación estable con aquello que es radicalmente otro; dado que, en la medida en que el otro es posicionado rígidamente dentro de una relación, ya no es otro por completo. Si antes de dar con la otredad ya sabemos cuál será su relación con nosotros, la hemos obliterado de antemano» (Nick Land, «Kant, el Capital y la prohibición del incesto», Fanged Noumena Vol. 1, Barcelona, Holobionte, 2019).
[17] Nick Land, «Circuitos» (Fanged Noumena Vol. 1, Op. cit). La velocidad es importante para las dinámicas de lo ciberpositivo, pero únicamente en tanto se logre efectuar un cambio cualitativo (o mejor aún, mientras se entienda como una cantidad intensiva). Este es un punto importante, dadas las críticas consabidas al aceleracionismo (landiano) por su fijación en la velocidad del capitalismo por sí sola y su carácter «puramente dromológico». Los bucles comprimidos que diagraman la intensidad cibernética inmanentizan el «ser» y lo rediseñan sobre un vector de productividad autónoma, que es por definición ingobernable (cibernética y políticamente) mediante cualquier programa externo o trascendente. Lo que esto significa, en última instancia, es el colapso de la distinción entre ser y debería ser que legitimaba la agencia política humana y, casualmente, también la tesis de ortogonalidad en el campo de investigación de la Inteligencia Artificial. Sin una regulación trascendente del ser y el deber ser, la trayectoria futura de esta fuerza auto-propulsada y re-organizante (el capitalismo; la inteligencia artificial… asumiendo que uno quiera mantener esta distinción) es estrictamente desconocida por adelantado. Las dos cosas se entrelazan en un devenir emergente que sería, tal como lo perciben Yeats y Land, individuado no a través de la dialéctica sino a través de la espiral cibernética que constituye a la modernidad (esotéricamente entendida). Véase Srnicek y Williams: «Manifiesto por una política aceleracionista»; y Srnicek y Williams, «On Cunning Automata: Financial Acceleration at the limits of the Dromological», en Robin Mackay (ed.), Collapse, vol. VIII (Urbanomic, 2014). Véase también Land: «Deseo maquínico», Fanged Noumena Vol. 1, Op. cit.
[18] Ibíd.
[19] Nick Land, «Teleoplexia: Apuntes sobre aceleración», en Teleoplexia: Ensayos sobre aceleracionismo y horror, Barcelona, Holobionte, 2021.
[20] «Sin embargo, cuando un remolino de clausura y un remolino de apertura alcanzan su límite (el uno por su contracción máxima, el otro por su expansión máxima), estos intercambian de lugar, punta al círculo, círculo a la punta, ya que este sistema concibe el mundo como catastrófico…» Yeats, A Vision [1925], p. 106.
[21] Sadie Plant y Nick Land, «Ciberpositivo», en Cíborgs, zombis y quimeras: La cibercultura y las cibervanguardias, Federico Fernández Giordano, ed., Barcelona, Holobionte, 2020.
[22] Nick Land, «Teleoplexia: Apuntes sobre aceleración», en Teleoplaxia: Ensayos sobre aceleracionismo y horror, Op. cit.
[23] Ibíd., «Templejidad: Loops desordenados por el tiempo de Shanghái», §2.1. La traducción hecha por Land ha sido reemplazada por la línea original de Rimbaud, citada en n#2.1. A. Rimbaud, Letter to Georges Izambard (13 May, 1871), en Selected Poems and Letters, trad. de J. Harding y J. Sturrock (Londres, Penguin, 2004, pp. 236-37).
«The Poememenon: Form as Occult Technology» fue originalmente publicado en 2017 en el sitio web de Urbanomic.
Imágenes reproducidas por cortesía de Amy Ireland.