«La esfinge inserta la guerra-K en el sistema antropomórfico y te conecta con el Anti Edipo. El mercado colapsa en automatismos, la política es criogenizada y arrojada a la carnicería de helio líquido; las drogas devienen virus de neurosoftware y la inmunidad se estrella contra los arrecifes de la IA salvaje y explosiva.
»Cultura Kali, dependencia dance digital, epidemia de chamanismo negro y fugas esquizolicántricas del manicomio.
»Ya no se trata de dejar atrás la materia encaminándose hacia el espíritu o las Ideas, sino de desmantelar al yo en el interior de una matriz maquínica.»
Nick Land es uno de los pensadores más incendiarios, inclasificables y poliédricos que se recuerden desde Gilles Deleuze. En 2011, con la publicación de Fanged Noumena en Reino Unido, el editor Robin Mackay y el filósofo Ray Brassier –con ayuda de Mark Fisher y Reza Negarestani, todos ellos eminentes escritores y herederos a su manera de Land– reunieron en un mismo volumen los asombrosos textos que habían dado fama al conflictivo maestro de Warwick, incluyendo, asimismo, algunas de las creaciones del mítico colectivo vanguardista comandado por Land en los noventa: la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (conocida por sus siglas en inglés: CCRU). Las obsesiones y los análisis «landianos» de ese período son legendarios, y sus ideas impregnan todos los ámbitos de la cultura contemporánea aunque no por ello fuéramos conscientes de su influencia, en particular en el mundo de habla hispana donde permanecía inédito. Es por ello que la edición en castellano de FANGED NOUMENA (literalmente, «noúmeno dentado») constituye un acontecimiento precursor y en Holobionte hemos querido poner el mayor empeño en su edición (del cual publicamos en mayo de 2019 el primer volumen). El resultado es una verdadera joya teórico-literaria, una especie única en su género –como lo es su propio autor– en la que se mezclan filosofía, escritura experimental, teoría-ficción, cibercultura, ocultismo, cine, música tecno, postestructuralismo, ficción especulativa, conferencias y textos performativos… y un sinfín de materias impensables surgidas de la mente vertiginosa de Nick Land.
Nuestra edición no sigue el guion oficial y presenta algunas variaciones que la distinguen de la edición original en inglés: empezando por la edición de Fanged Noumena en dos volúmenes (y en consecuencia la redistribución de los contenidos), así como un segundo prólogo escrito por Robin Mackay (editor de Land en Urbanomic y miembro activo del CCRU en los noventa): un conciso texto escrito en 2012 y titulado «El inhumanismo experimental de Nick Land», y que se puede leer gratuitamente en nuestra web [aquí]. La traducción ha corrido a cargo de uno de los mayores expertos en la obra de Nick Land, el escritor uruguayo de ciencia-ficción Ramiro Sanchiz, crítico literario, periodista cultural siempre atento a las tendencias de vanguardia y autor de una extensa obra narrativa. Sanchiz asimismo nos deja un nutrido Glosario a modo de apéndice, escrito para la ocasión, en el que se mezclan de una manera totalmente hipersticional muchos de los conceptos que maneja Land, descripciones de entidades ficticias y reales, genealogías y fragmentos de CCRU Writings 1997-2003.
Conviene recordar, asimismo, que una buena parte de Fanged Noumena Vol. 1 la constituyen los textos provenientes de CCRU Writings 1997-2003. Los textos del CCRU habían estado en el limbo (literalmente, en el limbo de internet) hasta que aparecieron publicados en 2015, en el sello digital Time Spiral Press (que es un sello digital creado por el propio Nick Land). La primera edición existente de CCRU Writings 1997-2003, por tanto, fue preparada por el propio Nick Land que a su vez es autor directo de buena parte de esos textos (muchos de ellos, compilados en Fanged Noumena Vol. 1). Aunque posteriormente, en 2017, la editorial inglesa Urbanomic también publicó una versión en papel de CCRU Writings 1997-2003.
Edición inglesa de Fanged Noumena. Cubierta de Jake y Dinos Chapman.
Igual que ocurría con los mitos de Cthulhu, la producción del CCRU giraba en torno a una figura aglutinadora y esa fue la figura de Nick Land; y, pese al carácter colectivo del CCRU, lo cierto es que la impronta y la potencia transgresora de Land fue la principal fuente de inspiración de sus escritos, como queda patente en la edición de Fanged Noumena que incluye importantes capítulos de CCRU Writings 1997-2003. («Oculturas», «Barker en conversación», «El origen del Club Cthulhu» y «Criptolito», entre otros).
A finales de los años 80 Land también clamaba por un feminismo radical y emancipador,[1] en escritos tan corrosivos y demoledores que se dirían salidos del mismísimo Nietzsche: una explosiva combinación de pensamiento antihumanista, mezclada con trazas de pesimismo cósmico, sumado al uso de drogas en los años de Warwick y a la locura autoinducida en una deriva cada vez más acusada en las simas de un aceleracionismo deshumanizado. Porque, lejos de lo que se cree, la filosofía de Land no es algo parecido a una filosofía de «derecha», pero sí una filosofía del anti-humanismo radical. Land abrió la puerta del materialismo especulativo (a.k.a. realismo especulativo) retomando no solamente los postulados nietzscheanos más interesantes (recuerden, el abandono frontal de todo lo que significaba ser «alemán» o «humano»), sino también señalando la persistencia de un «inconsciente maquínico» que tanto Freud como Deleuze y Guattari nunca llevaron a sus últimas consecuencias. Y este «inconsciente maquínico» no es otra cosa que la persistencia del afuera: la persistencia de un mundo exterior que lo queramos o no existe y tiene sus propios códigos no-humanos, sus propias culturas no-humanas, su propia entidad e importancia no-humanas (todo esto tiene ecos en los actuales nuevos materialismos, en la teoría interespecies, en el xenofeminismo, etc).
El aceleracionismo surgió para vehicular todas esas posiciones inhumanas, hasta entonces desatendidas o despreciadas por la intelligentsia, y de paso para vindicar las fuerzas no-humanas que comparecen en la existencia (así llamada) «humana». De ahí la importancia de lo ficticio, de la ficción especulativa, de la teoría-ficción… así como la recuperación de las subculturas, de los subgéneros literarios, de todo aquello que se atreve a imaginar lo imposible e incluso el delirio. De lo que se sigue el interés de Land y compañía por las drogas, por los fenómenos fuera de la experiencia humana o, más precisamente, fuera del «para nosotros» ilustrado. Land y el CCRU iniciarán una batalla sin tregua contra el academicismo por este motivo, recriminándole por su encapsulamiento en una categoría de sabiduría elitista que dejaba «fuera» (literalmente) a todo lo que no hablase el lenguaje de las ideas, el lenguaje del humanismo. En este sentido, la recuperación de Land de la cultura popular, del cine mainstream o la literatura de género es proverbial, y en cierto modo muy afín con el trabajo de los «marginales» de la cultura (la ciencia-ficción, el cine de terror, el feminismo especulativo…).
Land y sus compinches en el CCRU se dedicaron a rastrear las fuentes antropológicas, mitológicas y psicoanalíticas de Capitalismo y esquizofrenia de Deleuze y Guattari, a las apropiaciones y neo-mitologías recogidas en «Oculturas»,[2] o a la creación de personajes de ficción como Echidna Stillwell, Oskar Sarkon, Iris Carver o el profesor Barker (personalidades virtuales o doppelgängers del propio Land). Será precisamente en boca de este último como Land se las ingenia para desarrollar una de sus teorías más recordadas: la teoría hipersticional del Geotrauma,[3] también conocida como Plutónica –en la que se combinan toda clase de disciplinas desde la filosofía y la psicología hasta la fisiología y la fonética, pasando por la mineralogía y la geología, la historia evolutiva, la lingüística, la termodinámica y la física, etc etc, todas ellas disciplinas de las que Land demuestra tener un conocimiento desbordante, y que llegan a su clímax con la revelación de la «espiral Barker».
Pero ahí no acaba todo, porque, como podrá descubrir el lector, otro de los aspectos que hacen de Land un autor asombroso es que todo eso aparece plasmado con un uso del lenguaje absolutamente singular (por riguroso a la vez que inventivo, febril, y a menudo informal e irreverente). En concreto, y como bien ha resaltado Robin Mackay en «El inhumanismo experimental de Nick Land», es a partir de los años 90 cuando la escritura de Land sufre una metamorfosis: «Hacia mediados de los noventa –explica Mackay– fue como si se hubiera accionado un interruptor que disparó a Land fuera de todo circuito conocido de estudios en filosofía e imprimió un flujo de energía enteramente nuevo a su escritura, la cual cambió de forma, estilo y contenido (volviendo a los tres indistinguibles).» Fanged Noumena es el testimonio de ese viaje, que empieza a finales de los años ochenta en la universidad de Warwick y que continúa hasta la primera década del siglo XXI, en un recorrido por la evolución de la filosofía (y su mutación) y que sólo hoy empezamos a atisbar en toda su magnitud.
[1] Véase Nick Land, «Kant, el capital y la prohibición del incesto», Fanged Noumena Vol. 1, Barcelona, Holobionte, 2019.
[2] Véase Nick Land, en Fanged Noumena Vol. 1, Barcelona, Holobionte, 2019, pp. 145-165.
[3] Véase Nick Land, en Fanged Noumena Vol. 1, Barcelona, Holobionte, 2019, pp. 175-184
Fotografía original de cabecera: © John Robertson / Cortesía de Robin Mackay
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