la teoría del bosque oscuro de internet

POR Bogna M. Konior

comparte en:

Internet es un bosque oscuro. Las raíces crecen hacia arriba, las ramas se hunden hacia abajo. Envolviendo todo el planeta, discurriendo entre satélites y cables submarinos. Internet es un espacio tangible, sí, pero también es una extensión mental hecha para el sonambulismo, para el delirio mundanal. Incluso para los rituales de sacrificio. La gente se pierde en su interior al iluminar los lugares equivocados, o al exponer demasiado de sí misma, al comunicarse de manera imprudente y compulsiva.

 

Puedes ingresar a través de una interfaz, pero también a través de tu bolsillo. Puedes filtrarte a través de una pantalla, pero a cambio debes filtrar algo de ti. El viajero que se adentra en el bosque nunca está solo; miles de ojos lo envuelven como en una cinta aislante.  

 

A la entrada de internet, sólo hay un simple acertijo que resolver: ¿Qué estás pensando?

 

Es un acertijo que debemos responder cada vez. 

 

Una pregunta sencilla: ¿Qué estás pensando?

 

Una invitación a comunicar.

En la década de 1990, las lecturas filosóficas del ciberpunk nos dieron una sugerente teoría del ciberespacio como una prótesis de lo humano: una naturaleza cibernética, una extensión del sistema nervioso. Para Mark Fisher, al igual que ocurre con los personajes drogadictos de la novela Neuromante, la cuestión es que estamos poseídos por internet, y toda la vida es insuflada por una corriente digital que corre por nuestras venas. Estamos desposeídos de voluntad y somos inertes como las máquinas con las que intimamos neurológicamente, permitiéndoles hackear nuestros canales de endorfinas y nuestros impulsos sociales, como adictos a sus estimulantes. Nuestras neurosis, nuestras emociones y nuestra atención están ordenadas por las computadoras. Como en un trance, seguimos el patrón colectivo de sentimientos que nos transmiten. Hipnosis colectiva, sentimientos de indignación compartida, miedo, ira, alegría, catarsis, justicia, venganza, placer… Cuando estamos on-line, todos los acontecimientos mundanos e impersonales se experimentan como intensamente personales, incluso si no tenemos ningún papel en ellos. Lo interiorizamos todo y tenemos que esfoerzarnos para ver más allá, para discernir los mecanismos que no están centrados en nosotros mismos. Internet es una claustrofobia de interioridad que parece ser sólo nuestra. «No funciona mediante supresión o represión, sino a través de un proceso participativo (…) [No] representa la opinión pública, ni tan siquiera la “manipula”, sino que la sustituye.»[1] Todas las acciones son reacciones, y reacciones predecibles, un sinfín de sistemas nerviosos moviéndose al mismo ritmo.

 

La mayor parte del sufrimiento humano en la web proviene de una creencia exagerada en la agencia y el propósito; la creencia de que la web 2.0 es un vehículo de nuestra personalidad. «¿Qué debería hacer?» «¿Quién soy yo y qué papel tengo en todo esto?», nos preguntamos repetidamente, como si la respuesta importara. ¿Qué estoy pensando? ¿Dónde está mi cabeza? ¿Lo que veo en la pantalla es una expresión de mi mente?… La percepción de la cultura digital está perpetuamente dividida entre dos exageraciones: por un lado, la visión de internet como un lugar de bendita esquizofrenia donde podemos perder nuestra importancia individual para comunicarnos con el mundo; y por el otro, un delirio narcisista donde todo lo que hacemos está únicamente enfocado a fortalecer nuestra importancia personal.[2] Benjamin Bratton resumió esta paradoja contemporánea cuando señaló que «la paranoia y el narcisismo son (…) dos funciones de la misma máscara».[3] ¿Qué debería hacer? ¿Quién soy yo?

 

Por un lado nos sentimos pluralizados, compuestos, colectivos, constantemente sacudidos por la diversidad de naturalezas humanas expuestas en la pantalla; nos sentimos implicados en el destino de otras personas. Pero simplemente hay demasiada alteridad y decidimos no confiar en ella. Este caos amenazador refuerza al yo en lugar de disolverlo en un encuentro con el otro, y la paranoia epistemológica queda así instalada: ¿Qué es la verdad? ¿Quién está de mi lado? ¿Dónde está mi lado?…

 

Por otra parte, nos venden la integridad ilusoria del yo y del mundo: libre albedrío, agencia, causalidad, ética. Todo se siente personal, incluso el destino del mundo, que se nos aparece como un mundo único y simplificado al lado de nuestras fuentes de noticias favoritas. Parece no haber nada fuera de esta narrativa que lo abarca todo pero que, sin embargo, converge en nosotros. Cada día, millones de usuarios son inyectados con tareas cósmicas a través de sus feeds personales y supuestamente únicos, pero que comunican la misma información.

 

Cada nuevo medio expande y destroza a un mismo tiempo el ego humano: mostrándonos más del universo, para a continuación reducirlo todo de nuevo a nosotros mismos. Confrontada con el hecho de que no puede simplemente insertarse en una red social activa y esperar un ejercicio sencillo de elección ética, «cada generación está obligada a verificar de nuevo este horror por sí misma, y a descubrir que se encuentra impotente».[4] Cuanto más se puede describir el mundo mediante la teoría de la complejidad y los comportamientos extra-humanos emergentes, cuanto más nos dice la ciencia que nociones como el libre albedrío y la causalidad pueden ser inestables, más dogmáticamente se reafirman los humanos en pensamientos y costumbres individuales, como si se tratara de un botón de pánico. En la prisión de la interioridad que es internet todo depende de nosotros, y, sin embargo, ninguno puede provocar el cambio que desea. No es de extrañar que la neurosis aflore de esta paradoja: todo está internalizado, incluso el clima y el destino del planeta parecen depender de nosotros, pero sólo podemos hacer lo que el medio nos ofrece: externalizar, comunicar…

«Podría elegir comunicarme contigo

«Si haces eso, debes ser consciente del precio que pagarás: toda tu existencia habrá quedado expuesta para mí

Liu Cixin; El bosque oscuro

La Teoría del Bosque Oscuro de Internet trata sobre la tragedia de la comunicación: su compulsión, su necesidad, su inutilidad y su riesgo. Es también un experimento de «hipernihilismo de cruda supervivencia»,[5] y tomaremos la ciencia-ficción metafísica (en lugar del ciberpunk) como modelo para el ciberespacio. Mientras que Fisher pretendía destilar los aspectos que hacen de internet algo único, yo quiero describir su aspecto general a nivel cósmico. Quiero comprender nuestra situación en toda su brutalidad, porque la comunicación es una necesidad, pero también una fuente de conflicto. 


El escritor chino de ciencia-ficción Liu Cixin elabora su teoría del bosque oscuro en la trilogía Remembrance of Earth’s Past, en respuesta a la paradoja de Fermi: Si estamos rodeados de vida, ¿por qué el universo está en silencio? ¿No debería ser como el feed de una ruidosa red social, en la que todos compiten por la atención de los demás? La teoría del bosque oscuro de Cixin invierte la suposición subyacente por medio de explicar que la comunicación, al revelar nuestra existencia a los demás, es un signo de estupidez en vez de inteligencia. No es que todas las civilizaciones extraterrestres sean hostiles, es que las leyes del universo requieren un conflicto mortal entre todas las civilizaciones que viven en una misma dimensión.


La supervivencia es la necesidad primaria de todas las civilizaciones. Estas se expanden y necesitan cada vez más recursos, pero la materia total del cosmos permanece constante. «Las magnitudes exponenciales son los demonios de las matemáticas.»[6] −Si la vida sigue creciendo y sufriendo por su propia existencia, mientras que los recursos no lo hacen, entonces es necesario luchar por ellos−. «El universo entero ha recibido esa carta envenenada.»[7] −El universo es un campo de batalla, y la existencia es una guerra. En la oscuridad del cosmos se encuentran muchas civilizaciones, todas ellas cazadoras y presas. En esta oscuridad, es mejor permanecer en silencio. La comunicación puede potencialmente atraer la atención de otra civilización. Y cuando esto ocurre, una debe perecer irrevocablemente a manos de la otra. Así que lo más inteligente es permanecer en silencio o atacar primero. ¿Por qué una solución tan brutal? Dada la reserva limitada de recursos, asumir la benevolencia del otro es demasiado arriesgado dentro de esta «cadena cósmica de sospechas», y las comunicaciones inter-cósmicas son necesariamente peligrosas. Los aliens podrían tener una concepción muy diferente de la verdad, la ética o el bien común. De acuerdo, podrían ser benevolentes, pero ¿pondrías en riesgo a toda una sociedad planetaria por esta suposición? Y ¿arriesgarías la tuya dándome la oportunidad de explicarte mi idea de benevolencia? ¿Qué pasa si uno de nosotros miente? Los comportamientos se vuelven complejos rápidamente, pero el resultado es siempre el mismo: uno de los dos muere. En la trilogía de Cixin se exploran varios escenarios que podrían impedir este resultado, pero finalmente quedan refutados. La humanidad hace demasiado tarde este importantísimo descubrimiento científico, pero para las civilizaciones cósmicas la teoría del bosque oscuro es tan obvia como cualquier ley de la física. Es algo automático, irreflexivo, independiente de toda emoción, voluntad o ética. «La entropía aumenta en el universo y el orden disminuye (…) En cuanto a cualquier otro significado superior a ese, no tiene sentido siquiera pensar en ello.»[8]


Hay quienes podrían objetar el frío cálculo de la teoría del bosque oscuro de Cixin; pero en realidad no hace más que generalizar las leyes de la física para llegar a una especie de teoría de juegos cósmica aplicada al desarrollo de la civilización. La suposición de que toda existencia queda suspendida entre el conatus y la entropía afirma las mismas leyes a las cuales la humanidad está subordinada, y también cualquier forma de complejidad. Podríamos desear un mundo diferente, pero tenemos este. Con la noción de entropía proporcionada por la mecánica estadística, muchos sistemas (ya sean biológicos o sociales) pueden comprenderse con las mismas herramientas que utilizamos para entender la entropía en física. Todo sistema aislado tiende a progresar hacia el desorden, según la opción de entropía fuerte. De una forma u otra, el conflicto y la disipación de energía están entrelazados en el tejido de la existencia. No es tanto el «qué», sino el «cómo» y «cuándo» eso va a ocurrir. Un reciente análisis sobre los últimos seiscientos años de historia humana confirma que cada «sistema humano» debe deshacerse de su propio exceso; con el aumento de la complejidad, también aumenta la entropía. «La guerra es simplemente un método del sistema para disipar la entropía, y para hacerlo a la mayor velocidad posible.»[9] Porque la entropía no es simplemente el resultado de «malas decisiones» o de «acciones poco éticas», sino una probabilidad estadística ineludible ligada a la complejidad. Cuanto más compleja e inteligente se vuelve la vida, mayor es el precio que ha de pagar en caso de conflicto.

«La cadena de sospechas no tiene ninguna relación con la propia moralidad y estructura social de la civilización. 

Basta pensar en cada civilización como los puntos al final de una cadena. Independientemente de si son internamente benévolas o maliciosas, cuando entran en la red formada por cadenas de sospechas, todas son idénticas… En resumen, ambas opciones (hacerte saber que existo y dejarte seguir existiendo) 

son igualmente peligrosas para mí.»

Liu Cixin; El bosque oscuro

La Teoría del Bosque Oscuro de internet trata sobre el riesgo implícito que hay en nuestro acceso al ciberespacio diario: comunicación, autoprotección, decir la verdad, revelar u ocultar nuestras coordenadas –y esto no es un plan de juego ganador ni un plan para el «cambio», sino una descripción; las teorías normativas de cómo debería ser el mundo las dejaremos para los curas y los utopistas−. La web 2.0 se basa en dos axiomas. Primero: la sociabilidad es una necesidad humana primaria, y la comunicación es necesaria para la supervivencia. Y segundo: la sociabilidad es portadora de todos los conflictos humanos. A más sociabilidad, más entropía. Nuestros sistemas nerviosos no distinguen entre sociabilidad y supervivencia, por lo que estamos condenados los unos a los otros. Todo internet juega con esta baraja envenenada.

 

 

Cuando la comunicación lo es todo, los pensamientos expresados a través del lenguaje adquieren un poder único. Los perseguimos como si se tratara de mapas que guiarán a los demás hasta lo más profundo de nuestro corazón. Pero ¿pueden los pensamientos reflejar nuestras creencias, o lo que somos realmente? Los pensamientos son experiencias en el cerebro. Son nuestra manera de pasar de un momento al siguiente, o cómo experimentamos el paso de un momento. No es necesario que se queden grabados en nosotros, incluso cuando cada uno de ellos esté inmortalizado en el resplandor sin vida del ciberespacio. Y, sin embargo, congelados, fortalecen la alucinación del yo: son una «prueba contundente» de que nuestro yo existe, cree cosas, tiene convicciones y cosas que hacer. El yo es una alucinación trascendental común a todos, sostenida por la interfaz comunicativa en la cual vivimos nuestras vidas. Al prestar atención indebida a los pensamientos, especialmente a aquellos que creemos que son nuestros, «no es sólo que nos engañemos a nosotros mismos, sino que también estamos engañados en lo que respecta a tener un yo».[10]

 

 

La Teoría del Bosque Oscuro de internet ignorará este engaño, para describir en cambio las dinámicas automatizadas que tienen que ver con la comunicación. En tanto que sistema aislado, la TBO tiende hacia la opción de entropía alta. La conexión produce conflicto. Las intenciones, la hostilidad o la benevolencia interna dejan de tener importancia una vez que cada uno de nosotros ha quedado reducido a un nodo en la cadena cibernética de sospechas. Para indicar que se tiene una sociabilidad «segura», cada usuario debe ser legible en su auto-representación. Todos necesitan darse a conocer. El sistema-bosque debe poder leernos, al igual que los demás usuarios. ¿En qué estás pensando? Describimos continuamente nuestros pensamientos, con meticulosidad de detalles. Pero esta legibilidad significa que nuestras coordenadas están expuestas. Podemos ser vistos, atacados y controlados. Cuanto más detalladas sean nuestras descripciones, más fácil seremos de gobernar. Cuanto más nos ven, más fácil es convertirnos en objetivo.

 

 

En el oscuro bosque cósmico, quienes hablan juegan con la entropía: atraen atención y miradas, provocan ataques, etc. Otros se centran en ataques preventivos: ataca antes de que te ataquen a ti. Cixin cree con optimismo que para los humanos, a diferencia de las sociedades extraterrestres que son metafísicamente demasiado remotas para poder comunicarse, la cadena de sospechas «sólo se extenderá uno o dos niveles antes de resolverse en la comunicación». Pero esto da por sentado que la comunicación entre humanos es veraz. Esta es la razón de que resolver la verdad sea la paranoia fundamental de internet (¿Qué está pensando ella realmente? ¿Quiénes son ellos en el fondo, incluso sin que lo sepan?…); o lo que es igual, hacer infinitas interpretaciones, revelaciones y declaraciones para que no queden dudas sobre las intenciones del otro, o de las nuestras. Si describiéramos las cosas con suficiente claridad, nos decimos, si nos comunicáramos de manera incansable e interminable, entonces seguramente podríamos demostrar nuestra benevolencia y liberarnos de la cadena de sospechas. Por eso cada intercambio está diseñado para brindar la máxima claridad y anticiparse a las dudas, aunque esto requiera a su vez un sinfín de concesiones. La conexión produce complejidad, la complejidad produce conflicto: un mecanismo autosostenible.

 

 

Pero la entropía también fluye a través de nosotros. La desintegración llega de manera predecible, cae sobre nosotros como un frío manto. Todo sistema oscila entre el orden y el caos. En la prisión de interioridad que es internet, siempre hay alguien que tiene que ser descartado. De este modo dirigimos la entropía fuera de nosotros, hacia el otro. La complejidad (de los argumentos, de los grupos humanos, etc) aumenta hasta que es demasiado y hay que hacer algún sacrificio para volver a un equilibrio de corto plazo, donde todavía es posible mantener la ilusión de una comunicación benévola. ¿Qué es una «comunidad» on-line sino una forma de sofisticada destrucción mutua asegurada, suspendida entre la neurosis y el sacrificio, atada a la innegociable necesidad de comunicarse?

«Locura, caos, erótica del vandalismo, la devastación de innumerables almas: mientras chillamos y perecemos, 

la Historia se lame un dedo y pasa la página

Thomas Ligotti; Song of a Dead Dreamer and Grimscribe 

Simbólica y materialmente, la existencia es un conflicto, una discordia que produce complejidad. La teoría del bosque oscuro es una versión a nivel cósmico de la naturaleza entrópica de la comunicación. Sus árboles echan raíces en todas partes. Vamos patrullando por ese bosque, escuchando los pasos de los demás, y todos somos a un mismo tiempo cazadores y presas.

 

 

En algunas ontologías amerindias, la depredación, la guerra y el canibalismo sustentan las relaciones entre humanos y otras especies. «En la Amazonia, el chamanismo es tan violento como sobrenatural es la guerra. Ambos mantienen un vínculo con la caza como modelo de perspectiva agónica (…) marcado por la profunda convicción de que toda actividad vital es una forma de expansión depredadora.»[11] Existir como una planta o un animal significa estar en un conflicto definido por el consumo, por la guerra tanto material como espiritual, donde una especie puede poseer el cuerpo y la mente de otra. Cazador y presa: la entropía reside en el necesario consumo de otras almas. Desde el «otro» lado del espectro espiritual, el teólogo cristiano Pierre Teilhard de Chardin admitía que el conflicto es necesario, metafísicamente, para la naturaleza humana; es decir, «un fenómeno orgánico de antropogénesis» en el que la humanidad puede surgir sólo en el necesario conflicto con los otros.[12] Los humanos se cazan unos a otros, y la fricción produce significado en un circuito de retroalimentación −del mismo modo que las opiniones a menudo se forman por la negación de realidades existentes, haciéndonos quienes somos interdependientemente. La solidaridad y la benevolencia existen, pero generalmente en defensa de un grupo contra otro, por lo que incluso las mejores partes de la naturaleza humana constituyen un diezmo para la entropía y el conflicto que surgen de la eliminación (simbólica o real) del otro.

 

 

Algunos filósofos como Georges Bataille creían que podemos deshacernos de este exceso de manera diferente, y aprovechar así el conflicto subyacente. Su concepto bacanal y anárquico del gasto [expenditure] «puede definirse como el impulso ilógico e irresistible de rechazar los bienes materiales o morales, [que podrían haberse utilizado] racionalmente», de modo que lo que está permitido en el orden social adquiere significado y valor «sólo cuando las fuerzas ordenadoras y reservadas son liberadas y gastadas en pos de un fin que no podría estar subordinado a ninguna cosa de la que uno pueda dar cuenta».[13] La sumisión al caos inhumano y la destrucción de bienes materiales son formas de entropía que, según Bataille, podrían liberar parte de la energía circulante en un entramado social complejo.

 

 

La humanidad es una forma de energía que, como cualquier otra, responde a la entropía, y el modelo del bosque oscuro es tan adecuado para la teoría de juegos intergaláctica como para las comunicaciones personalizadas en la web 2.0. Fantaseamos con un yo dentro del mecanismo, y la interfaz del bosque incluso puede hacernos creer que esto es posible, con sus plantas liberando el excitante gas alucinógeno de la subjetividad, pero lo cierto es que el proceso no tiene en cuenta para nada este yo. Mientras tanto, cada uno de los nodos de la cadena cibernética de sospechas, sostenidos por la interfaz comunicativa, siguen preguntándose: ¿Qué debería hacer? ¿Quién soy yo?

 

Una y otra vez respondemos a través de interfaces más sofisticadas; y, cuando el bosque oscuro se ha puesto en movimiento, podría ser que pasáramos por alto aquello que hay detrás de la espesa niebla de la subjetividad, encandilados por la abundancia de todo lo que generamos, a saber: un proceso de extracción automatizado que utiliza a cada uno de nosotros, midiendo nuestro potencial de entropía, jugando a poner un nodo enfrente de otro, diseñando patrones de desorden. En este bosque, es mejor permanecer en silencio si lo que se quiere es no entrar en conflicto.          

 

¿En qué estás pensando?

notas

[1] Fisher comentaba en esta cita el ejemplo de Jean Baudrillard sobre las encuestas de opinión, pero creo que él diría que es aplicable al ciberespacio en general. (Fisher, Flatline Constructs, p. 24). [Como es habitual en Fisher, la idea está tomada de Land: «Las técnicas virtuales desvían la realidad en lugar de cancelarla o eclipsarla» (Nick Land, «Carne (o cómo matar a Edipo en el ciberespacio», Fanged Noumena Vol. 1). N. del T.]  
 
[2] Un ejemplo de este debate abierto sería la condena heideggeriana que hace Byung-Chul Han sobre el optimismo digital de Vilem Flusser (en Byung-Chul Han, In the Swarm: Digital Prospects, Cambridge: MA, MIT Press, 2017, pp. 37-43). 
 
[3] Benjamin Bratton, «The Black Stack», e-flux journal, no. 53, 2014, p. 9.
 
[4] Elena Ferrante, Frantumaglia: A Writer’s Journey, Text Publishing, Melbourne, Australia, 2016.
 
[5] Mark Fisher, Flatline Constructs, p. 17.
 
[6] Liu Cixin, The Dark Forest. «A principios de la década de 1990, Cixin escribió un programa de software en el cada civilización inteligente del universo se simplifica en un solo punto. En su apogeo, programó 350.000 civilizaciones en un radio de 100.000 años luz e hizo que su computadora 286 funcionara durante horas para calcular la evolución de estas civilizaciones. Aunque la conclusión final del programa fue algo ingenua, formó una base para su visión del mundo» (Ann y Jeff Vandermeer, eds., The Big Book of Science Fiction, Vintage Books, Penguin Random House LLC, Nueva York, 2016.
 
[7] Ibíd.
 
[8] Liu Cixin, Death’s End, Tor Books, Nueva York, 2016.
 
[9] Gianluca Martelloni, Francesca Di Patti y Ugo Bardi, Ugo, «Pattern Analysis of World Conflicts over the past 600 Years», arXiv, e-prints, 2018: <www.arxiv.org/abs/1812.08071>
 
[10] Mark Fisher, Ghosts of my Life: Writings on Depression, Hauntology, and Lost Futures, Zero Books, Winchester, UK, 2014.
 
[11] Eduardo Viveiros de Castro, Cannibal Metaphysics: For a Post-Structural Anthropology, Univocal Publishing, Minneapolis, Minnesota, 2014, p. 152. Véase también Rane Willerslev, Soul Hunters: Hunting, Animism, and Personhood among the Siberian Yukaghirs, Berkley, University of California Press, 2007.
 
[12] Paul Virilio, Speed and Politics, Semiotext(e), Los Ángeles, 2007, p. 130.
 
[13] Georges Bataille, «The Notion of Expenditure», Visions of Excess: Selected Writings 1927–1939, trans. Allan Stoekl, Carl R. Lovitt and Donald M. Leslie, Jr., p. 128.

  

«The Dark Forest Theory of the Internet» fue publicado originalmente en Black Market, Marko Bauer, ed., International Center of Graphic Arts, Ljubljana, 2020. 
 
Fotografías: Black Market: Zero Edge, Andrej Škufca, 2019. El presente texto fue comisionado y escrito para la exposición del artista en la Mglc Gallery de Liubliana.  

XENOMÓRFICA MAGAZINE